martes, 22 de septiembre de 2015

EL LABERINTO DE LAS EMOCIONES



Allá en 2006, Guillermo Del Toro mostraría al mundo con "El laberinto del fauno", como los cuentos y las pesadillas estaban separados por una invisible línea de la realidad misma, restando para el eterno imaginario del cine, todos y cada uno de los personajes, así como de las numerosas escenas que construyen esta maravilla de la fantasía más oscura.
  Y como un personaje más, avanza junto a cada fotograma está preciosa composición de Javier Navarrete, que ya acompañara a Del Toro en la juguetona" El espinazo del diablo", aunque de una manera bastante dispar a la que nos encontramos analizando ahora. El compositor aragonés, cada vez más internacional sobretodo en beneficio de Hollywood, véase con sus partituras de "Luciérnagas en el jardín", "Ira de titanes" o "Byzantium", demuestra en esta inmersiva banda sonora todo lo emocional que lleva dentro, viajando desde la introducción a modo de cuento de la pista "hace mucho, mucho tiempo", donde una nana susurrada a modo de repicar trágico, se eleva más allá del imaginario que el espectador pueda estar esperando tras esas pequeñas notas. Se trata de un tema que se recrea en varias partes de la película y que no nos abandona, así como nosotros no dejamos ir a la niña protagonista Ofelia de entre nuestro cálido abrazo sobreprotector.
Este tema, que se nos plantea mediante un piano con reminiscencias del "Claro de Luna" de L.W. Beethoven, recuerda a aquella ventana abierta que iniciara las bellas notas de "Cinema Paradiso" del maestro Morriconne, puesto que nos atrapa cual viento templado de una noche de verano, invitándonos a pasar hacia dentro de él, siempre que nosotros estemos dispuestos a correr ese riesgo. Nos encontramos aquí con una película que. si bien pudiere ser calificada, de tramposa o sorpresiva debido a su giro final, sin embargo musicalmente nos avisa a cada momento a ser partícipe de ese misterioso mundo mágico, rozando con sus graves violoncellos mezclándose en el violinaje de la melodía principal. El conjunto orquestral es magnífico así como el vaivén de acompasado vals que se impregnará en nuestra retina más allá de las letras finales de la historia.
El fauno, las hadas, los seres que hay tras el camino que lleva al laberinto son simples reflejos de nuestros propios miedos, del bagaje que estamos o no dispuestos a soportar en la vida, y de afrontarlos o no, dependerá siempre la meta de nuestra felicidad. Navarrete lo sabe, y juega con esas notas tan bien hilvanadas, tirando hacia nosotros esos coros que absorven totalmente aquel lamento de la nana, transmitiéndonos extraña paz, melancólica calma,y amarga tristeza. Claudica a la emoción, que es sin duda el arpeggio que lleva quemado en la piel esta creación.

jueves, 17 de septiembre de 2015

FLUYE AVATAR, FLUYE




James Newton Howard, un compositor que navega a las mil maravillas entre la comedia, el drama y la fantasía, es el autor de esta maravillosa partitura. Muchos críticos de las bandas sonoras acuden al rescate al sentir aquello de "la música es mucho mejor que la película", promoviendo decálogos y decálogos de los porqués de determinada elección musical para uno u otro film, pero llegado este caso concreto creo firmemente en dos cosas: ni The Last Airbender es el pestiño que nos hicieron creer la legión de orcos defenestradores de Michael Night Shyamalan desde que hiciera Señales, ni la música se desacopla para nada en el desarrollo de la historia. Al contrario.
Este fragmento, "flow like water", reproduce nada más y nada menos que esta sentencia: "para lograr el objetivo final y alcanzar los poderes del auténtico avatar debes fluir". Y así, el maestro James Newton Howard sonsaca a través de una cálida cascada musical, un fluir de pasajes que comienzan con la mística introducción de una melodía creciente dominada por la cuerda superpuesta, hasta detenerse en un intento de aumentar la fuerza del avatar, y prosigue orquesta mediante hasta lograr el objetivo del elegido. Estamos navegando por una especie de cánon acompasado por unos cuatro tiempos muy marcados en constante crescendo. La cuerda es poderosa pero va viendo como el metal se va imponiendo a ella poco a poco, cada vez más presente, explotando finalmente en una calma total, coincidiendo con el clímax del dominio del agua por parte del avatar; la melodía casi desaparece, apareciendo suave y silenciosa a continuación, como el descanso del guerrero ante el logro para el que había nacido. Algo así como dar con la nota en el  momento indicado.
En el último tiempo nos encontramos en una tramposa recreación de tambores y etnicismos que desencadenan el auténtico clímax del avatar que no es otro que su transformación en el ser divino ante el que todos se postran a su llegada, coincidiendo con un resurgir de la música en un tono totalmente épico y colosal.

The Last Airbender y James Newton Howard te están pidiendo que fluyas hacia un sofá, pongas el 5.1 muy alto y seas el auténtico dueño de tu destino...